Hechos 11, 2-14

Cuando Pedro subió a Jerusalén, los de la circuncisión se lo reprochaban, diciéndole: «Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos.» Pedro entonces se puso a explicarles punto por punto diciendo: «Estaba yo en oración en la ciudad de Jope y en éxtasis vi una visión: un objeto como un lienzo grande, atado por las cuatro puntas, que bajaba del cielo y llegó hasta mí. Lo miré atentamente y vi en él los cuadrúpedos de la tierra, las bestias, los reptiles, y las aves del cielo. Oí también una voz que me decía: “Pedro, levántate, sacrifica y come.” Y respondí: “De ninguna manera, Señor; pues jamás entró en mi boca nada profano ni impuro.” Me dijo por segunda vez la voz venida del cielo: “Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano.” Esto se repitió hasta tres veces; y al fin fue retirado todo de nuevo al cielo. «En aquel mismo momento se presentaron tres hombres en la casa donde estábamos, enviados a mí desde Cesarea. El Espíritu me dijo que fuera con ellos sin plantearme dudas. Vinieron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en la casa de aquel hombre. Él nos contó cómo había visto al ángel que se presentó en su casa y le dijo: “Manda a buscar en Jope a Simón, llamado Pedro, quien te dirá palabras que traerán la salvación para ti y para toda tu casa.”
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