Hechos 14, 8-19


Curación de un tullido.
En Listra estaba sentado un hombre tullido de pies, cojo de nacimiento y que nunca había andado. Éste escuchaba a Pablo que hablaba. Pablo fijó en él su mirada y viendo que tenía fe para ser curado, le dijo con fuerte voz: «Ponte derecho sobre tus pies.» Y él se levantó de un salto y se puso a caminar. La gente, al ver lo que Pablo había hecho, empezó a gritar en licaonio: «Los dioses han bajado hasta nosotros en figura de hombres.» A Bernabé le llamaban Zeus y a Pablo, Hermes, porque era quien dirigía la palabra. El sacerdote del templo de Zeus que hay a la entrada de la ciudad, trajo toros y guirnaldas delante de las puertas y a una con la gente se disponía a ofrecer un sacrificio. Al oírlo los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus vestidos y se lanzaron en medio de la gente gritando: «Amigos, ¿por qué hacéis esto? Nosotros somos también hombres, de igual condición que vosotros, que os predicamos que abandonéis estas cosas vanas y os volváis al Dios vivo que hizo el cielo, la tierra, el mar y cuanto en ellos hay, y que en las generaciones pasadas permitió que todas las naciones siguieran sus propios caminos; si bien no dejó de dar testimonio de sí mismo, derramando bienes, enviándoos desde el cielo lluvias y estaciones fructíferas, llenando vuestros corazones de sustento y alegría...» Con estas palabras pudieron impedir a duras penas que la gente les ofreciera un sacrificio.
Fin de la misión.
Vinieron entonces de Antioquía e Iconio algunos judíos y, habiendo persuadido a la gente, lapidaron a Pablo y le arrastraron fuera de la ciudad, dándole por muerto.
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