Hechos 20, 22-27

«Mirad que ahora yo, encadenado en el espíritu, me dirijo a Jerusalén, sin saber lo que allí me sucederá; solamente sé que el Espíritu Santo en cada ciudad me testifica que me aguardan prisiones y tribulaciones. Pero yo no considero mi vida digna de estima, con tal que lleve a término mi carrera y el ministerio que he recibido del Señor Jesús: dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios. «Y ahora yo sé que ya no volveréis a ver mi rostro ninguno de vosotros, entre quienes pasé predicando el Reino. Por esto os testifico en el día de hoy que yo estoy limpio de la sangre de todos, pues no omití por miedo el anunciaros todo el designio de Dios.
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