Hechos 7, 2-16

Él respondió:
«Hermanos y padres, escuchad. El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abrahán cuando estaba en Mesopotamia, antes de que se estableciese en Jarán y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela y vete a la tierra que yo te muestre. Entonces salió de la tierra de los caldeos y se estableció en Jarán. Y después de morir su padre, Dios le hizo emigrar de allí a esta tierra que vosotros habitáis ahora. Y no le dio en ella en heredad ni la huella de un pie; sino que prometió dársela en posesión a él y a su descendencia después de él , aunque no tenía ningún hijo. Dios habló así: Tus descendientes residirán como forasteros en tierra extraña y les esclavizarán y les maltratarán durante cuatrocientos años. Pero yo juzgaré —dijo Dios— a la naión a la que sirvan como esclavos, y después saldrán y me darán culto en este mismo lugar. Le dio, además, la alianza de la circuncisión; y así, habiendo engendrado a Isaac, Abrahán le circuncidó el octavo día, y lo mismo Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas. «Los patriarcas, por envidia, vendieron a José con destino a Egipto . Pero Dios estaba con él y le libró de todas sus tribulaciones y le dio gracia y sabiduría ante Faraón, rey de Egipto, quien le nombró gobernador de Egipto y de toda su casa. Sobrevino entonces en todo Egipto y Canaán hambre y gran tribulación; nuestros padres no encontraban víveres. Pero al oír Jacob que había trigo en Egipto , envió a nuestros padres un primer viaje; en el segundo viaje José se dio a conocer a sus hermanos. Faraón conoció el linaje de José. José envió a buscar a su padre Jacob y a toda su parentela: setenta y cinco personas. Jacob bajó a Egipto donde murió él y también nuestros padres; y fueron trasladados a Siquén y depositados en el sepulcro que había comprado Abrahán a precio de plata a los hijos de Jamor, padre de Siquén.
Ver contexto