Hebreos 9, 1-10


Cristo penetra en el santuario celestial.
También la primera alianza tenía sus ritos litúrgicos y su santuario terreno. Porque se instaló una primera parte de la Tienda, donde se hallaban el candelabro y la mesa con los panes presentados, que se llama Santo. Detrás de la segunda cortina se hallaba la Tienda llamada Santo de los Santos, que contenía el altar de oro para el incienso, el arca de la alianza —completamente cubierta de oro— y en ella, la urna de oro con el maná, la vara florecida de Aarón y las tablas de la alianza. Encima del arca, los querubines de la gloria que cubrían con su sombra el propiciatorio. Mas no es éste el momento de hablar de todo ello en detalle. Instaladas así estas cosas, los sacerdotes entran siempre en la primera parte de la Tienda para desempeñar las funciones del culto. Pero en la segunda parte entra una vez al año, y solo, el sumo sacerdote, y no sin sangre que ofrecer por sí mismo y por los pecados del pueblo. De esa manera daba a entender el Espíritu Santo que aún no estaba abierto el camino del santuario mientras subsistiera la primera Tienda. Todo ello es un símbolo del tiempo presente, en que se ofrecen dones y sacrificios incapaces de perfeccionar en su conciencia al que da culto, y sólo son prescripciones carnales, que versan sobre comidas y bebidas y sobre abluciones de todo género, impuestas hasta el tiempo de la renovación.
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