Isaías 22, 15-25


Contra Sebná.
Así dice el Señor Yahvé Sebaot:
Preséntate al mayordomo,
a Sebná, encargado del palacio,
el que labra en alto su tumba,
el que se talla en la peña una morada:
«¿Qué es tuyo aquí y a quién tienes aquí,
que te has labrado aquí una tumba?»
He aquí que Yahvé te hace rebotar, hombre,
y te vuelve a agarrar.
Te enrolla en ovillo,
como una pelota en tierra de amplios espacios.
Allí morirás,
y allí irán tus carrozas gloriosas,
vergüenza del palacio de tu señor.
Te empujaré de tu peana
y de tu pedestal te apearé.
Aquel día llamaré a mi siervo Eliaquín,
hijo de Jilquías.
Le revestiré de tu túnica,
con tu fajín le sujetaré,
tu autoridad pondré en su mano,
y será él un padre
para los habitantes de Jerusalén
y para la casa de Judá.
Pondré la llave de la casa de David
sobre su hombro;
abrirá, y nadie cerrará,
cerrará, y nadie abrirá.
Le hincaré como clavija
en lugar seguro,
y será trono de gloria
para la casa de su padre.
Colgarán allí todo lo de valor de la casa de su padre —sus descendientes y su posteridad—, todo el ajuar menudo, todas las tazas y cántaros. Aquel día —oráculo de Yahvé Sebaot— se removerá la clavija hincada en sitio seguro, cederá y caerá, y se hará añicos el peso que sostenía, porque Yahvé ha hablado.
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