Isaías 30, 8-17


Testamento.
Ahora ven, escríbelo en una tablilla,
grábalo en un libro,
y que dure hasta el último día,
para testimonio hasta siempre:
Que es un pueblo terco,
criaturas hipócritas,
hijos que no aceptan escuchar
la instrucción de Yahvé;
que han dicho a los videntes:
«No veáis»;
y a los visionarios:
«No veáis para nosotros visiones verdaderas;
habladnos cosas halagüeñas,
contemplad ilusiones.
Apartaos del camino, desviaos de la ruta,
dejadnos en paz del Santo de Israel.»
Por tanto, así dice el Santo de Israel:
Por cuanto habéis rechazado vosotros esta palabra,
y por cuanto habéis fiado en lo torcido y perverso,
y os habéis apoyado en ello,
por eso será para vosotros
esta culpa como brecha ruinosa
en una alta muralla,
cuya quiebra sobrevendrá de un momento a otro,
y va a ser su quiebra
como la de una vasija de alfarero,
rota sin compasión,
en la que al romperse no se encuentra una sola tejoleta bastante grande para tomar fuego del hogar o para extraer agua del aljibe.
Porque así dice el Señor Yahvé, el Santo de Israel:
«Por la conversión y calma seréis liberados,
en el sosiego y seguridad estará vuestra fuerza.»
Pero no aceptasteis,
sino que dijisteis:
«No, huiremos a caballo.»
¡Pues bien, huid!
Y «sobre rápidos carros montaremos.»
¡Pues bien, rápidamente seréis perseguidos!
Mil temblarán ante la amenaza de uno solo;
ante la amenaza de cinco huiréis,
hasta que seáis dejados
como mástil en la cúspide del monte
y como gallardete sobre una colina.
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