Isaías 50, 4-11


Tercer canto del Siervo.
El Señor Yahvé me ha dado lengua dócil,
que sabe decir al cansado palabras de aliento.
Temprano, temprano despierta mi oído
para escuchar, igual que los discípulos.
El Señor Yahvé me ha abierto el oído.
Y yo no me resistí,
ni me hice atrás.
Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban,
mis mejillas a los que mesaban mi barba.
Mi rostro no hurté
a los insultos y salivazos.
Pues que Yahvé habría de ayudarme
para que no fuese insultado,
por eso puse mi cara como el pedernal,
a sabiendas de que no quedaría avergonzado.
Cerca está el que me justifica:
¿quién disputará conmigo?
Presentémonos juntos:
¿quién es mi demandante?,
¡que se llegue a mí!
He aquí que el Señor Yahvé me ayuda:
¿quién me condenará?
Pues todos ellos como un vestido se gastarán,
la polilla se los comerá.
El que de entre vosotros tema a Yahvé
oiga la voz de su Siervo.
El que anda a oscuras
y carece de claridad
confíe en el nombre de Yahvé
y apóyese en su Dios.
¡Oh vosotros, todos los que encendéis fuego,
los que sopláis las brasas!
Id a la lumbre de vuestro propio fuego
y a las brasas que habéis encendido.
Esto os vendrá de mi mano:
en tormento yaceréis.
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