Isaías 54, 1-10


La revancha de Jerusalén.
Grita de júbilo, estéril que no das a luz,
rompe en gritos de júbilo y alegría, la que no ha tenido los dolores;
que más son los hijos de la abandonada
que los hijos de la casada, dice Yahvé.
Ensancha el espacio de tu tienda,
las cortinas extiende, no te detengas;
alarga tus sogas, tus clavijas asegura;
porque a derecha e izquierda te expandirás,
tu prole heredará naciones
y ciudades desoladas poblará.
No temas, que no te avergonzarás,
ni te sonrojes, que no quedarás confundida,
pues la vergüenza de tu mocedad olvidarás,
y la afrenta de tu viudez no recordarás jamás.
Porque tu esposo es tu Hacedor,
Yahvé Sebaot es su nombre;
y el que te rescata, el Santo de Israel,
Dios de toda la tierra se llama.
Porque como a mujer abandonada
y de contristado espíritu, te llamó Yahvé;
y la mujer de la juventud ¿es repudiada?
—dice tu Dios—.
Por un breve instante te abandoné,
pero con gran compasión te recogeré.
En un arranque de furor te oculté
mi rostro por un instante,
pero con amor eterno te he compadecido
—dice Yahvé tu Redentor—.
Será para mí como en tiempos de Noé:
como juré que no pasarían
las aguas de Noé más sobre la tierra,
así he jurado que no me irritaré más contra ti,
ni te amenazaré.
Porque los montes se correrán
y las colinas se moverán,
mas mi amor de tu lado no se apartará
y mi alianza de paz no se moverá
—dice Yahvé, que tiene compasión de ti—.
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