Isaías 54, 11-17


La nueva Jerusalén.
Pobrecilla, azotada por los vientos, no consolada,
mira que yo asiento en carbunclos tus piedras
y voy a cimentarte con zafiros.
Haré de rubí tus baluartes,
tus puertas de piedras de cuarzo
y todo tu término de piedras preciosas.
Todos tus hijos serán discípulos de Yahvé,
y será grande la dicha de tus hijos.
En justicia serás consolidada.
Manténte lejos de la opresión, pues ya no temerás,
y del terror, pues no se acercará a ti.
Si alguien te ataca, no será de parte mía;
quienquiera que te ataque, contra ti se estrellará.
He aquí que yo he creado al herrero,
que sopla en el fuego las brasas
y saca los instrumentos para su trabajo.
Yo he creado al destructor para aniquilar.
Ningún arma forjada contra ti tendrá éxito,
e impugnarás a toda lengua
que se levante a juicio contigo.
Tal será la heredad de los siervos de Yahvé
y las victorias que alcanzarán por mí —oráculo de Yahvé—.
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