Isaías 64, 7-11

Pues bien, Yahvé, tú eres nuestro Padre.
Nosotros la arcilla, y tú nuestro alfarero,
la hechura de tus manos todos nosotros.
No te irrites, Yahvé, demasiado,
ni para siempre recuerdes la culpa.
Ea, mira, todos nosotros somos tu pueblo.
Tus ciudades santas han quedado desiertas,
Sión desierta ha quedado, Jerusalén desolada.
Nuestro templo santo y glorioso,
en donde te alabaron nuestros padres,
ha parado en hoguera de fuego,
y todas nuestras cosas más queridas
han parado en ruinas.
¿Es que ante esto te endurecerás, Yahvé,
callarás y nos humillarás sin medida?
Ver contexto