Isaías 9, 2-7

vio una luz grande.
Los que vivían en tierra de sombras,
una luz brilló sobre ellos.
Acrecentaste el regocijo,
hiciste grande la alegría.
Alegría por tu presencia,
cual la alegría en la siega,
como se regocijan
repartiendo botín.
Porque el yugo que les pesaba
y la pinga de su hombro
—la vara de su tirano—
has roto, como el día de Madián.
Porque toda bota que taconea con ruido,
y el manto rebozado en sangre
serán para la quema,
pasto del fuego.
Porque una criatura nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado.
Estará el señorío sobre su hombro,
y se llamará su nombre
«Maravilla de Consejero»,
«Dios Fuerte»,
«Siempre Padre»,
«Príncipe de Paz».
Grande es su señorío, y la paz no tendrá fin
sobre el trono de David y sobre su reino,
para restaurarlo y consolidarlo
por la equidad y la justicia.
Desde ahora y hasta siempre,
el celo de Yahvé Sebaot hará eso.

Las pruebas del reino del Norte.
Una palabra ha proferido el Señor en Jacob,
y ha caído en Israel.
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