Isaías 9, 8-20

Sabedlo, el pueblo todo,
Efraín y habitantes de Samaría,
los que con arrogancia y valentía dicen:
«Los ladrillos han caído,
pero de sillar edificaremos;
los sicómoros fueron talados,
pero por cedros los cambiaremos.»
Pues bien, Yahvé ha dado ventaja
a su adversario, Rasón,
y azuzó a sus enemigos:
Aram por delante
y los filisteos por detrás,
devoraron a Israel a boca llena.
Con todo eso no se ha calmado su ira,
y aún sigue su mano extendida.
Pero el pueblo no se volvió hacia el que le castigaba,
no buscaron a Yahvé Sebaot.
Por eso ha cercenado Yahvé a Israel cabeza y cola,
palmera y junco, en un mismo día.
El anciano y honorable es la cabeza,
y el profeta impostor es la cola.
Los directores de este pueblo han resultado desviadores,
y sus dirigidos, extraviados.
Por eso, de sus jóvenes no se apiadará el Señor,
con sus huérfanos y viudas no tendrá misericordia,
pues todos son impíos y malvados,
y toda boca profiere majadería.
Con todo eso no se ha calmado su ira,
y aún sigue su mano extendida.
Porque ha ardido como fuego la maldad,
zarza y espino devora,
y va a prender en las espesuras del bosque:
ya se estiran en columna de humo.
Por el arrebato de Yahvé la tierra ha sido quemada,
y es el pueblo como pasto de fuego;
nadie tiene piedad de su hermano,
corta a diestra y queda con hambre,
come a siniestra y no se sacia;
cada uno se come la carne de su brazo.
Manasés devora a Efraín,
Efraín a Manasés,
y ambos a una van contra Judá.
Con todo eso no se ha calmado su ira,
y aún sigue su mano extendida.
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