Jeremías  14, 1-9


La gran sequía.
Palabra de Yahvé a Jeremías, a propósito de la sequía.
Judá está de luto,
sus ciudades desfallecen
sombrías y abatidas,
y sube el alarido de Jerusalén.
Sus nobles mandaban a los pequeños por agua:
llegaban a los aljibes
y no la encontraban;
volvían con sus cántaros vacíos.
Quedaban confundidos y avergonzados
y se cubrían la cabeza.
El suelo está consternado
por no haber lluvia en la tierra.
Confusos andan los labriegos,
se han cubierto la cabeza.
Hasta la cierva en el campo
parió y abandonó a su cría,
porque no había césped.
Los onagros se paraban sobre los calveros,
aspiraban el aire como chacales,
tenían los ojos consumidos
por falta de hierba.
Aunque nuestras culpas hablen contra nosotros,
Yahvé, obra por amor de tu Nombre.
Cierto, son muchas nuestras apostasías,
contra ti hemos pecado.
¡Oh esperanza de Israel, Yahvé,
Salvador suyo en tiempo de angustia!
¿Por qué has de ser cual forastero en la tierra,
o cual viajero que se tumba para hacer noche?
¿Por qué has de ser como un pasmado,
como un valiente incapaz de ayudar?
Pues tú estás entre nosotros, Yahvé,
y por tu Nombre se nos llama,
¡no te deshagas de nosotros!
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