Jeremías  14, 2-6

Judá está de luto,
sus ciudades desfallecen
sombrías y abatidas,
y sube el alarido de Jerusalén.
Sus nobles mandaban a los pequeños por agua:
llegaban a los aljibes
y no la encontraban;
volvían con sus cántaros vacíos.
Quedaban confundidos y avergonzados
y se cubrían la cabeza.
El suelo está consternado
por no haber lluvia en la tierra.
Confusos andan los labriegos,
se han cubierto la cabeza.
Hasta la cierva en el campo
parió y abandonó a su cría,
porque no había césped.
Los onagros se paraban sobre los calveros,
aspiraban el aire como chacales,
tenían los ojos consumidos
por falta de hierba.
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