Jeremías  17, 4-18

Tendrás que deshacerte
de la heredad que te di,
y te haré esclavo de tus enemigos
en un país que no conoces,
pues ha estallado el fuego de mi ira,
que para siempre estará encendido.

Máximas de sabiduría.
Así dice Yahvé:
Maldito quien se fía del hombre,
y hace de la carne su apoyo,
y de Yahvé se aparta en su corazón.
Es como el tamarisco en la Arabá,
y no verá el bien cuando viniere.
Vive en los sequedales del desierto,
en saladar inhabitable.
Bendito quien se fía de Yahvé,
pues no defraudará Yahvé su confianza.
Es como árbol plantado a la vera del agua,
que junto a la corriente echa sus raíces.
No temerá cuando viene el calor,
y estará su follaje frondoso;
en año de sequía no se inquieta
ni se retrae de dar fruto.
El corazón es lo más retorcido;
no tiene arreglo: ¿quién lo conoce?
Yo, Yahvé, exploro el corazón,
pruebo los riñones,
para dar a cada cual según su camino,
según el fruto de sus obras.
La perdiz incuba lo que no ha puesto;
así es el que hace dinero, mas no con justicia:
en mitad de sus días lo ha de dejar
y a la postre resultará un necio.

Confianza en el Templo y confianza en Yahvé.
Solio de Gloria, excelso desde el principio,
es el lugar de nuestro santuario.
Esperanza de Israel, Yahvé:
todos los que te abandonan serán avergonzados,
y los que se apartan de ti, en la tierra serán escritos,
por haber abandonado el manantial de aguas vivas, Yahvé.

Oración para pedir venganza.
Cúrame, Yahvé, y sea yo curado;
sálvame, y sea yo salvo,
pues tú eres mi alabanza.
Mira que ellos me dicen:
«¿Dónde está la palabra de Yahvé? ¡vamos, que venga!»
Yo nunca te apremié a hacer daño;
el día de aflicción no he deseado;
tú lo sabes: lo salido de mis labios
te lo he dicho a la cara.
No seas para mí espanto,
¡oh tú, mi amparo en el día aciago!
Avergüéncense mis perseguidores, y no me avergüence yo;
espántense ellos, y no me espante yo.
Trae sobre ellos el día aciago,
y con doble quebrantamiento quebrántalos.
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