Jeremías  25, 1-12


4. BABILONIA, AZOTE DE YAHVÉ
Palabra dirigida a Jeremías tocante a todo el pueblo de Judá el año cuarto de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, —o sea el año primero de Nabucodonosor, rey de Babilonia—, la cual pronunció el profeta Jeremías a todo el pueblo de Judá y a toda la población de Jerusalén, en estos términos:
Desde el año trece de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, hasta este día, veintitrés años hace que me es dirigida la palabra de Yahvé, y os la he comunicado puntualmente (pero no habéis oído. También os envió Yahvé puntualmente a todos sus siervos los profetas, y tampoco oísteis ni aplicasteis el oído), diciendo: Ea, volveos cada cual de su mal camino y de sus malas acciones, y volveréis al solar que os dio Yahvé a vosotros y a vuestros padres, desde siempre hasta siempre. (No vayáis en pos de otros dioses para servirles y adorarles, no me provoquéis con las hechuras de vuestras manos, y no os haré mal.) Pero no me habéis oído (—oráculo de Yahvé— de suerte que con las hechuras de vuestras manos me provocasteis, para vuestro mal).
Por eso, así dice Yahvé Sebaot: Puesto que no habéis oído mis palabras, he decidido mandar a buscar a todos los linajes del norte (—oráculo de Yahvé— y a mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia), y los traeré contra esta tierra y contra sus moradores (y contra todas estas gentes de alrededor); los anatematizaré y los convertiré en pasmo, rechifla y ruinas eternos, y haré desaparecer de ellos voz de gozo y voz de alegría, la voz del novio y la voz de la novia, el ruido de la muela y la luz de la candela. Será reducida toda esta tierra a pura desolación, y servirán estas gentes al rey de Babilonia setenta años. (Luego, en cumpliéndose los setenta años, pediré cuentas al rey de Babilonia y a dicha gente por su delito —oráculo de Yahvé— y a la tierra de los caldeos, trocándola en ruinas eternas).
Ver contexto