Jeremías  25, 13-38

Y atraeré sobre aquella tierra todas las palabras que he hablado respecto a ella, todo lo que está escrito en este libro.
II. Introducción a los oráculos contra las naciones
Visión de la copa de vino.
Lo que profetizó Jeremías tocante a la generalidad de las naciones.
(Pues también a ellos los reducirán a servidumbre muchas naciones y reyes grandes, y les pagaré según sus obras y según la hechura de sus manos.)
Así me ha dicho Yahvé Dios de Israel: Toma esta copa de vino de furia, y hazla beber a todas las naciones a las que yo te envíe; beberán y trompicarán, y se enloquecerán ante la espada que voy a soltar entre ellas. Tomé la copa de mano de Yahvé, e hice beber a todas las naciones a las que me había enviado Yahvé: (a Jerusalén y a las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus principales, para trocarlo todo en desolación, pasmo, rechifla y maldición, como hoy está sucediendo); al faraón, rey de Egipto, a sus siervos, a sus principales y a todo su pueblo, a todos los mestizos (a todos los reyes de Us); a todos los reyes de Filistea: a Ascalón, Gaza, Ecrón y al residuo de Asdod; a Edom, Moab y los amonitas, a (todos) los reyes de Tiro, a (todos) los reyes de Sidón y a los reyes de las islas de allende el mar; a Dedán, Temá, Buz; a todos los que se afeitan las sienes, a todos los reyes de Arabia y a todos los reyes de los mestizos habitantes del desierto; (a todos los reyes de Zimrí) a todos los reyes de Elam y a todos los reyes de Media, a todos los reyes del norte, los próximos y los remotos, cada uno con su hermano, y a todos los reinos que hay sobre la faz de la tierra. (Y el rey de Sesac beberá después de ellos.)
Y les dirás: Así dice Yahvé Sebaot, el Dios de Israel: Bebed, emborrachaos, vomitad, caed y no os levantéis delante de la espada que yo voy a soltar entre vosotros. Y si rehúsan tomar la copa de tu mano para beber, les dices: Así dice Yahvé Sebaot: Tenéis que beber sin falta, porque precisamente por la ciudad que lleva mi Nombre empiezo a castigar; ¿y vosotros, quedaréis impunes?: ¡no, no quedaréis!, porque a la espada llamo yo contra todos los habitantes de la tierra —oráculo de Yahvé Sebaot—.
Tú, pues, les profetizas todas estas palabras y les dices:
Yahvé desde lo alto ruge,
y desde su santa Morada alza su voz.
Ruge contra su aprisco:
grita como los lagareros.
A todos los habitantes de la tierra
llega el eco, hasta el fin de la tierra.
Porque pleitea Yahvé con las naciones
y vence en juicio a toda criatura.
A los malos los entrega a la espada
—oráculo de Yahvé—.
Así dice Yahvé Sebaot:
Mirad que una desgracia se propaga
de nación a nación,
y una gran tormenta surge
del confín del mundo.
Habrá víctimas de Yahvé en aquel día de cabo a cabo de la tierra; no serán plañidos ni recogidos ni sepultados más: se volverán estiércol sobre la faz de la tierra.
Ululad, pastores, y clamad;
revolcaos, mayorales,
porque se han cumplido vuestros días para la matanza,
y caeréis como objetos escogidos.
No habrá evasión para los pastores
ni escapatoria para los mayorales.
Se oye el grito de los pastores,
el ulular de los mayorales,
porque devasta Yahvé su pastizal,
y son aniquiladas las dehesas más seguras
por la ardiente cólera de Yahvé.
Ha dejado el león su cubil,
y se ha convertido su tierra en desolación
ante la cólera irresistible,
ante la ardiente cólera.
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