Jeremías  6, 22-30

Así dice Yahvé:
Un pueblo viene de tierras del norte
y una gran nación se despierta
de los confines de la tierra.
Arco y lanza blanden,
crueles son y sin entrañas.
Su voz como la mar muge,
y a caballo van montados,
ordenados como un solo hombre para la guerra
contra ti, hija de Sión.
Oímos su fama,
flaquean nuestras manos,
angustia nos asalta,
dolor como de parturienta.
No salgáis al campo,
no andéis por el camino,
que el enemigo lleva espada:
terror por doquier.
Hija de mi pueblo, cíñete de sayal
y revuélcate en ceniza,
haz por ti misma un duelo de hijo único,
una endecha amarguísima,
porque en seguida viene
el saqueador contra nosotros.
Te puse en mi pueblo por inquisidor sagaz,
para que examinaras y probaras su conducta.
Todos ellos son rebeldes que andan difamando
(bronce y hierro);
todos son degenerados.
Jadeó el fuelle,
el plomo se consumió por el fuego.
En vano refinó el fundidor,
porque la ganga no se desprendió.
Serán llamados «plata de desecho»,
porque Yahvé los desechó.
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