Jeremías  8, 18-23


Lamentación del profeta con motivo de una carestía.
Sin remedio el dolor me acomete,
el corazón me falla;
se oye el grito lastimero de la hija de mi pueblo
desde todos los rincones del país:
«¿No está Yahvé en Sión?,
¿su Rey no mora ya en ella?
(¿Por qué me han irritado con sus ídolos,
con esas Vanidades traídas del extranjero?)
La siega pasó, el verano acabó,
mas nosotros no estamos a salvo.»
Me duele el quebranto de la capital de mi pueblo;
estoy abrumado, el pánico se apodera de mí.
¿No hay sandáraca en Galaad?,
¿no quedan médicos allí?
Pues ¿por qué no llega el remedio
para la capital de mi pueblo?
¡Quién convirtiera mi cabeza en llanto,
mis ojos en manantial de lágrimas
para llorar día y noche
a los muertos de la capital de mi pueblo!
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