Job  21, 13-26

Pasan su vida dichosos,
bajan en paz al Seol.
Y pensar que decían a Dios: «Fuera de aquí,
no nos interesa conocer tus caminos.
¿Quién es Shaddai para servirle?,
¿qué podemos ganar con invocarle?».
¿No depende de ellos su dicha,
aunque el plan del malvado esté lejos de Dios?
¿Cuántas veces se apaga la lámpara del malvado?,
¿cuántas veces se abate sobre él la desgracia
o la cólera divina le reparte sufrimientos?
¿Son como paja a merced del viento,
como tamo que arrastra el huracán?
¿Se reservaría Dios el castigo de sus hijos?
¡Que lo pague él y aprenda!
¡Que sea testigo de su ruina,
que beba la cólera de Shaddai!
¿Qué le importa su casa una vez muerto,
interrumpida ya la cuenta de sus meses?
¿Quién puede aleccionar a Dios,
que juzga a los seres celestes?
Hay quien muere en pleno vigor,
colmado de dicha y de paz,
con los lomos forrados de grasa
y tierna la médula de sus huesos.
Y hay quien muere harto de amargura,
sin haber probado la dicha.
Pero juntos yacerán en el polvo
bajo una colcha de gusanos.
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