Job  39, 13-17

El avestruz mueve alocado las alas,
como si fuesen sus plumas de cigüeña o halcón;
abandona en el suelo sus huevos,
los deja incubar en la tierra,
sin pensar que un pie puede pisarlos
o una fiera salvaje aplastarlos.
Cruel con sus pollos, como si fuesen extraños,
no le inquieta fatigarse en vano.
Es que Dios le negó sabiduría,
no le dotó de perspicacia.
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