Josué 10, 1-27


7. COALICIÓN DE LOS CINCO REYES AMORREOS.
CONQUISTA DEL SUR DE PALESTINA
Cinco reyes hacen la guerra a Gabaón.
Sucedió, pues, que Adoni Sédec, rey de Jerusalén, se enteró de que Josué se había apoderado de Ay y la había consagrado al anatema, haciendo con Ay y su rey como había hecho con Jericó y su rey, y de que los habitantes de Gabaón habían hecho las paces con Israel y que vivían entre los israelitas. Y se atemorizó mucho con ello, porque Gabaón era una ciudad grande, tanto como cualquier ciudad real, mayor que Ay, y todos sus hombres eran valientes. Entonces Adoni Sédec, rey de Jerusalén, mandó a decir a Hohán, rey de Hebrón, a Pirán, rey de Yarmut, a Yafía, rey de Laquis, y a Debir, rey de Eglón: «Venid en mi auxilio para que derrotemos a Gabaón, pues ha hecho las paces con Josué y con los israelitas.» Se juntaron y subieron los cinco reyes amorreos: el rey de Jerusalén, el rey de Hebrón, el rey de Yarmut, el rey de Laquis y el rey de Eglón, con todas sus tropas; asediaron Gabaón y la atacaron.

Josué socorre a Gabaón.
Los gabaonitas mandaron a decir a Josué al campamento de Guilgal: «No dejes solos a tus siervos; sube aprisa donde nosotros, sálvanos y socórrenos, porque se han aliado contra nosotros todos los reyes amorreos que habitan en la montaña.» Josué subió de Guilgal con toda la gente de guerra y todos los guerreros valientes. Y Yahvé dijo a Josué: «No les temas, porque los he puesto en tus manos; ninguno de ellos te podrá resistir.» Josué cayó sobre ellos de improviso, tras haber caminado toda la noche desde Guilgal.

El socorro de lo alto.
Yahvé los desbarató ante Israel, el cual les causó una gran derrota en Gabaón y los persiguió por el camino de la subida de Bet Jorón, y los fue destrozando hasta Azecá (y hasta Maquedá). Y, mientras huían ante Israel por la bajada de Bet Jorón, Yahvé lanzó del cielo sobre ellos hasta Azecá grandes piedras, y murieron. Y fueron más los que murieron por las piedras que los que mataron los israelitas a filo de espada. Entonces, el día en que Yahvé entregó al amorreo en manos de los israelitas, habló Josué a Yahvé, en presencia de Israel, y dijo:
«Deténte, sol, en Gabaón,
y tú, luna, en el valle de Ayalón.»
Y el sol se detuvo y la luna se paró
hasta que el pueblo se vengó de sus enemigos.
¿No está esto escrito en el libro del Justo? El sol se paró en medio del cielo y no tuvo prisa en ponerse como un día entero. No hubo día semejante ni antes ni después, en que obedeciera Yahvé a la voz de un hombre. Es que Yahvé combatía por Israel. Josué volvió con todo Israel al campamento de Guilgal.

Los cinco reyes en la cueva de Maquedá.
Aquellos cinco reyes habían huido y se habían escondido en la cueva de Maquedá. Se dio aviso a Josué: «Han sido descubiertos los cinco reyes, escondidos en la cueva de Maquedá.» Josué respondió: «Rodad unas piedras grandes a la boca de la cueva y poned junto a ella hombres que la guarden. Y vosotros no os quedéis quietos: perseguid a vuestros enemigos, cortadles la retirada, no les dejéis entrar en sus ciudades, porque Yahvé vuestro Dios los ha puesto en vuestras manos.»
Cuando Josué y los israelitas terminaron de causarles una grandísima derrota, hasta acabar con ellos, los supervivientes se les escaparon y se metieron en las plazas fuertes. Todo el pueblo volvió sano y salvo al campamento, junto a Josué, a Maquedá, y no hubo quien ladrara contra los israelitas.
Dijo entonces Josué: «Abrid la boca de la cueva y sacadme de ella a esos cinco reyes.» Así lo hicieron: le sacaron de la cueva a los cinco reyes: al rey de Jerusalén, al rey de Hebrón, al rey de Yarmut, al rey de Laquis y al rey de Eglón. En cuanto sacaron a los reyes, Josué llamó a todos los hombres de Israel y dijo a los capitanes de tropa que le habían acompañado: «Acercaos y poned vuestros pies sobre la nuca de esos reyes.» Ellos se acercaron y pusieron los pies sobre las nucas de ellos. «No tengáis miedo, les dijo Josué, ni os acobardéis; sed valientes y decididos, porque así hará Yahvé con todos los enemigos con quienes tenéis que combatir.» Acto seguido, Josué los hirió, les dio muerte y los hizo colgar de cinco árboles, de los que quedaron colgados hasta la tarde.
A la hora de la puesta del sol, a una orden de Josué, los descolgaron de los árboles y los arrojaron a la cueva en que se habían escondido, y echaron unas piedras grandes a la boca de la cueva: allí están todavía hoy.
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