Juan  12, 37-43


Conclusión: la incredulidad de los judíos.
Aunque había realizado tan grandes signos delante de ellos, no creían en él; para que se cumpliera el oráculo pronunciado por el profeta Isaías:
Señor, ¿quién dio crédito a nuestras palabras?
Y el brazo del Señor, ¿a quién se le reveló?
No podían creer, porque también había dicho Isaías: Ha cegado sus ojos,
ha endurecido su corazón;
para que no vean con los ojos,
ni comprendan con su corazón,
ni se conviertan,
ni yo los sane.
Isaías dijo esto porque vio su gloria y habló de él. Sin embargo, aun entre los magistrados, muchos creyeron en él; pero, por los fariseos, no lo confesaban, para no ser excluidos de la sinagoga, porque prefirieron la gloria de los hombres a la gloria de Dios.
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