Judith 9, 2

Señor, Dios de mi padre Simeón,
a quien diste una espada
para vengarse de los extranjeros
que habían soltado el ceñidor
de una virgen para mancillarla,
que desnudaron sus caderas
para cubrirla de vergüenza
y profanaron su seno para deshonor.
Tú dijiste: «Eso no se hace»,
y ellos, sin embargo, lo hicieron.
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