Jueces 13, 3-23

El Ángel de Yahvé se apareció a esta mujer y le dijo: «Mira, eres estéril y no has tenido hijos, pero concebirás y darás a luz un hijo. En adelante guárdate de beber vino ni bebida fermentada y no comas nada impuro. Porque vas a concebir y a dar a luz un hijo. No pasará la navaja por su cabeza, porque el niño será nazireo de Dios desde el seno de su madre. Él comenzará a salvar a Israel de la mano de los filisteos.» La mujer fue a decírselo a su marido: «Un hombre de Dios ha venido donde mí; su aspecto era como el del Ángel de Dios, muy terrible. No le he preguntado de dónde venía ni él me ha manifestado su nombre. Pero me ha dicho: Vas a concebir y a dar a luz un hijo. En adelante no bebas vino ni bebida fermentada y no comas nada impuro, porque el niño será nazireo de Dios desde el seno de su madre hasta el día de su muerte.»

Segunda aparición del Ángel.
Manóaj invocó a Yahvé y dijo: «Te ruego, Señor, que el hombre de Dios que has enviado venga otra vez donde nosotros y nos enseñe lo que hemos de hacer con el niño cuando nazca.» Dios escuchó a Manóaj y el Ángel de Dios vino otra vez donde la mujer cuando estaba sentada en el campo. Manóaj, su marido, no estaba con ella. La mujer corrió en seguida a informar a su marido y le dijo: «Mira, se me ha aparecido el hombre que vino donde mí el otro día.» Manóaj se levantó y, siguiendo a su mujer, llegó donde el hombre y le dijo: «¿Eres tú el que has hablado con esta mujer?» Él respondió: «Yo soy.» Le dijo Manóaj: «Cuando tu palabra se cumpla, ¿cuál deberá ser la norma de conducta del niño?» El Ángel de Yahvé respondió a Manóaj: «Deberá abstenerse él de todo lo que indiqué a esta mujer. No probará nada de lo que procede de la vid, no beberá vino ni bebida fermentada, no comerá nada impuro y observará todo lo que yo le he mandado.» Manóaj dijo entonces al Ángel de Yahvé: «Por favor, vamos a retenerte y te vamos a preparar un cabrito.» (16b) Porque Manóaj no sabía que era el Ángel de Yahvé.
(16a) Pero el Ángel de Yahvé dijo a Manóaj: «Aunque me obligues a quedarme no probaré tu comida. Pero si quieres preparar un holocausto, ofréceselo a Yahvé.» Manóaj dijo entonces al Ángel de Yahvé: «¿Cuál es tu nombre para que, cuando se cumpla tu palabra, te podamos honrar?» El Ángel de Yahvé le respondió: «¿Por qué me preguntas el nombre, si es misterioso?» Manóaj tomó el cabrito y la oblación y lo ofreció en holocausto, sobre la roca, a Yahvé, que actúa misteriosamente. Manóaj y su mujer estaban mirando. Cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el Ángel de Yahvé subía en la llama. Manóaj y su mujer lo estaban viendo y cayeron rostro en tierra. Al desaparecer el Ángel de Yahvé de la vista de Manóaj y su mujer, Manóaj se dio cuenta de que era el Ángel de Yahvé. Y dijo Manóaj a su mujer: «Seguro que vamos a morir, porque hemos visto a Dios.» Su mujer le respondió: «Si Yahvé hubiera querido matarnos no habría aceptado de nuestra mano el holocausto ni la oblación, ni nos habría mostrado todas estas cosas, ni nos habría hecho oír tales cosas ahora mismo.»
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