Jueces 16, 22-30


Venganza y muerte de Sansón.
Pero el pelo de su cabeza, nada más rapado, empezó a crecer. Los tiranos de los filisteos se reunieron para ofrecer un gran sacrificio a su dios Dagón y hacer gran fiesta. Decían:
«Nuestro dios ha puesto en nuestras manos
a Sansón, nuestro enemigo.»
En cuanto lo vio la gente, alababa a su dios diciendo:
«Nuestro dios ha puesto en nuestras manos
a Sansón nuestro enemigo,
al que devastaba nuestro país
y multiplicaba nuestros muertos.»
Y como su corazón estaba alegre, dijeron: «Llamad a Sansón para que nos divierta.» Trajeron, pues, a Sansón de la cárcel, y él los estuvo divirtiendo; luego lo pusieron de pie entre las columnas. Sansón dijo entonces al muchacho que lo llevaba de la mano: «Ponme donde pueda tocar las columnas en las que descansa el edificio, para que me apoye en ellas.» El edificio estaba lleno de hombres y mujeres. Estaban dentro todos los tiranos de los filisteos y, en el terrado, unos tres mil hombres y mujeres contemplando los juegos de Sansón. Sansón invocó a Yahvé y exclamó: «Señor Yahvé, dígnate acordarte de mí, hazme fuerte aunque sólo sea esta vez, oh Dios, para que de un golpe me vengue de los filisteos por mis dos ojos.» Y Sansón tanteó las dos columnas centrales sobre las que descansaba el edificio, se apoyó en ellas, en una con su brazo derecho, en la otra con el izquierdo, y gritó: «¡Muera yo con los filisteos!» Apretó con todas sus fuerzas y el edificio se derrumbó sobre los tiranos y sobre toda la gente allí reunida. Los muertos que mató al morir fueron más que los que había matado en vida.
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