Jueces 2, 14-23

Entonces se encolerizó Yahvé contra Israel. Los entregó en manos de salteadores que los despojaron, los dejó vendidos en manos de los enemigos de alrededor y no pudieron ya sostenerse ante sus enemigos. En todas sus campañas la mano de Yahvé intervenía contra ellos para hacerles daño, como Yahvé se lo tenía dicho y jurado. Los puso así en gran aprieto.
Entonces Yahvé hizo surgir jueces que los salvaron de la mano de los que los saqueaban. Pero tampoco a sus jueces los escuchaban. Se prostituyeron siguiendo a otros dioses, y se postraron ante ellos. Se desviaron muy pronto del camino que habían seguido sus padres, que atendían a los mandamientos de Yahvé; no los imitaron. Cuando Yahvé les suscitaba jueces, Yahvé estaba con el juez y los salvaba de la mano de sus enemigos mientras vivía el juez, porque Yahvé se conmovía de los gemidos que proferían ante los que los maltrataban y oprimían. Pero cuando moría el juez, volvían a corromperse más todavía que sus padres, yéndose tras de otros dioses, dándoles culto y postrándose ante ellos, sin renunciar en nada a las prácticas y a la conducta obstinada de sus padres.

Razón de la permanencia de las naciones extranjeras.
Se encolerizó Yahvé contra el pueblo de Israel y dijo: «Ya que este pueblo ha quebrantado la alianza que prescribí a sus padres y no ha escuchado mi voz, tampoco yo arrojaré en adelante de su presencia a ninguno de los pueblos que dejó Josué cuando murió.» Era para probar con ellos a Israel, a ver si seguían o no los caminos de Yahvé, como los habían seguido sus padres. Yahvé dejó en paz a estos pueblos, en vez de expulsarlos enseguida, y no los entregó en manos de Josué.
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