Malaquías 3, 6-12


Los diezmos del Templo.
Yo, Yahvé, no cambio, pero vosotros, hijos de Jacob, no termináis nunca. Desde los tiempos de vuestros antepasados venís apartándoos de mis preceptos y no los observáis. Volveos a mí y yo me volveré a vosotros, dice Yahvé Sebaot. —Decís: ¿En qué hemos de volver? —¿Puede un hombre defraudar a Dios? ¡Pues vosotros me defraudáis! —Y encima decís: ¿En qué te hemos defraudado? —En el diezmo y en la ofrenda reservada. Estáis repletos de maldición, pues me defrauda la nación entera. Llevad el diezmo íntegro a la casa del tesoro, para que haya alimento en mi templo; ponedme así a prueba, dice Yahvé Sebaot, y veréis cómo os abro las esclusas del cielo y derramo sobre vosotros la benéfica lluvia hasta que se agote. Os ahuyentaré la voraz langosta para que no acabe con el fruto del suelo y no queden estériles las viñas campestres, dice Yahvé Sebaot. Todas las naciones os felicitarán entonces, porque seréis una tierra deliciosa, dice Yahvé Sebaot.
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