Mateo 28, 2-14

De pronto se produjo un gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella. Su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: «Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis.” Ya os lo he dicho.» Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos.
Aparición a las santas mujeres.
En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Salve!» Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron. Entonces les dice Jesús: «No temáis.Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.»
Soborno de los soldados.
Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado. Éstos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: «Decid: “Sus discípulos vinieron de noche y lo robaron mientras nosotros dormíamos.” Y si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicaciones.»
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