Miqueas 7, 8-20


IV. Esperanzas
Sión bajo los insultos de su enemiga.
No te alegres por mí, enemiga mía,
pues aunque caí, me levantaré,
y aunque estoy postrada en tinieblas,
Yahvé es mi luz.
Soportaré la cólera de Yahvé,
pues he pecado contra él,
hasta que juzgue mi causa
y me haga justicia.
Él me sacará a la luz,
y yo contemplaré su salvación.
Lo verá mi enemiga
y se cubrirá de vergüenza,
ella que me decía:
«¿Dónde está Yahvé tu Dios?»
¡Mis ojos se regodearán en ella
cuando sea pisoteada
como el fango de las calles!

Oráculo de restauración.
¡Llega el día de reedificar tus muros!
¡El día de ensanchar tus fronteras,
el día en que vendrán hasta ti
desde Asiria hasta Egipto,
desde Egipto hasta el Río,
de mar a mar, de monte a monte!
Y el país quedará desolado
por culpa de sus habitantes,
en pago por su conducta.

Oración contra las naciones.
Apacienta a tu pueblo con tu cayado,
el rebaño de tu heredad,
que vive solitario en el bosque,
en medio del Carmelo.
Que pasten en Basán y en Galaad
como en los tiempos antiguos.
Como cuando saliste del país de Egipto,
haznos ver prodigios.
Lo verán las naciones
y se avergonzarán
de toda su prepotencia;
pondrán la mano en la boca
y sus oídos quedarán sordos.
Lamerán el polvo como la serpiente,
como los reptiles de la tierra.
¡Se estremecerán desde sus guaridas,
vendrán temblando hacia Yahvé nuestro Dios,
y tendrán miedo de ti!

Llamada al perdón de Dios.
¿Qué Dios hay como tú,
que perdone el pecado
y absuelva al resto de su heredad?
No mantendrá para siempre su cólera
pues ama la misericordia;
volverá a compadecerse de nosotros,
destruirá nuestras culpas
y arrojará al fondo del mar
todos nuestros pecados!
Y mantendrás tu fidelidad a Jacob
y tu amor a Abrahán,
como juraste a nuestros antepasados,
desde los días de antaño.
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