Numeros  18, 1-19

Entonces Yahvé dijo a Aarón: «Tú, tus hijos y la casa de tu padre contigo, cargaréis con las faltas cometidas contra el santuario. Tú y tus hijos cargaréis con las faltas de vuestro sacerdocio. Haz que se acerquen también contigo tus hermanos de la rama de Leví, de la tribu de tu padre. Que sean tus ayudantes y te sirvan a ti y a tus hijos, delante de la Tienda del Testimonio. Atenderán a tu ministerio y al de toda la Tienda. Pero que no se acerquen ni a los objetos sagrados ni al altar, para que no muráis ni ellos ni vosotros. Serán tus ayudantes, desempeñarán el ministerio en la Tienda del Encuentro, todos los servicios de la Tienda, y ningún laico se acercará a vosotros. Vosotros desempeñaréis el ministerio en el santuario y en el altar, y así no vendrá de nuevo la Cólera sobre los israelitas. Yo he elegido a vuestros hermanos los levitas, de entre los demás israelitas. Son un don que os hago; son «donados» a Yahvé para prestar servicio en la Tienda del Encuentro. Pero tú y tus hijos os ocuparéis de vuestro sacerdocio en todo lo referente al altar y a todo lo de detrás del velo y prestaréis vuestro servicio. Os doy vuestro sacerdocio como un servicio gratuito. El laico que se acerque morirá.»

Derechos de los sacerdotes.
Dijo Yahvé a Aarón: «Yo te doy el ministerio de lo que se reserva para mí. Todo lo consagrado por los israelitas te lo doy a ti y a tus hijos, como porción tuya, por decreto perpetuo. Esto es lo que será tuyo de las cosas sacratísimas apartadas del fuego: todas las ofrendas que me restituyan los israelitas, como oblación, como sacrificio por el pecado, o como sacrificio de reparación, son sacratísimas: serán para ti y para tus hijos. De las cosas sacratísimas os alimentaréis. Todo varón las podrá comer. Las considerarás como cosa sagrada.
También te pertenecerá la ofrenda reservada de todo lo que los israelitas entreguen como ofrenda de balanceo; te lo doy a ti y a tus hijos y a tus hijas por decreto perpetuo. Cualquiera que esté puro en tu casa lo podrá comer. Todo lo mejor del aceite y la flor del mosto y del trigo, las primicias que ofrezcan a Yahvé, te las doy a ti. Los primeros productos que lleven a Yahvé, de todo lo que produzca su tierra, serán para ti. Todo el que esté puro en tu casa lo podrá comer. Cuanto caiga bajo el anatema en Israel, será para ti. Todo primogénito de cualquier especie, hombre o animal, que se presente a Yahvé será para ti. Pero harás rescatar al primogénito del hombre y al primogénito de animal impuro. Los harás rescatar al mes de nacidos, según tu valoración, por cinco siclos de plata, siclos del santuario, que son de veinte óbolos. Pero al primogénito de vaca, o de oveja, o de cabra, no lo rescatarás: es sagrado. Derramarás su sangre sobre el altar y su grasa la harás arder como manjar abrasado de calmante aroma para Yahvé. Su carne será para ti, así como el pecho del rito del balanceo y la pierna derecha. Todo lo reservado de las cosas sagradas que los israelitas reservan a Yahvé, te lo doy a ti y a tus hijos e hijas, por decreto perpetuo. Alianza de sal es ésta, para siempre, delante de Yahvé, para ti y tu descendencia.»
Ver contexto