Nehemías 10, 31-39

A no dar nuestras hijas a las gentes del país ni tomar sus hijas para nuestros hijos.
Si la gente del país trae, en día de sábado, mercancías o cualquier otra clase de comestibles para vender, nada les compraremos en día de sábado ni en día sagrado.
En el año séptimo, renunciaremos a la cosecha de la tierra y a todas las deudas.
Nos imponemos como obligación: Dar un tercio de siclo al año para el servicio del templo de nuestro Dios: para el pan que se presenta, para la oblación perpetua y el holocausto perpetuo, para los sacrificios de los sábados, de los novilunios, de las solemnidades, para los alimentos sagrados, para los sacrificios por el pecado como expiación por Israel y para toda la obra del templo de nuestro Dios; y traer cada año al templo de Yahvé las primicias de nuestro suelo y las primicias de los frutos de todos los árboles, y los primogénitos de nuestros hijos y de nuestro ganado, conforme a lo escrito en la Ley —los primeros nacidos de nuestro ganado mayor y menor, que se traen al templo de nuestro Dios son para los sacerdotes que ejercen el ministerio en la casa de nuestro Dios—. Lo mejor de nuestras moliendas, de los frutos de todo árbol, del vino y del aceite, se lo traeremos a los sacerdotes, a los almacenes del templo de nuestro Dios; y el diezmo de nuestro suelo a los levitas, que cobrarán el diezmo de la labranza de todas nuestras ciudades; un sacerdote, hijo de Aarón, irá con los levitas cuando éstos cobren el diezmo; los levitas subirán el diezmo del diezmo al templo de nuestro Dios, a los almacenes de la casa del tesoro,
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