Oseas  11, 1-9


Yahvé va a vengar su amor despreciado.
Cuando Israel era niño, lo amé,
y de Egipto llamé a mi hijo.
Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí:
ofrecían sacrificios a los Baales,
e incienso a los ídolos.
Yo enseñé a caminar a Efraín,
tomándole por los brazos,
pero ellos no sabían que yo los cuidaba.
Con cuerdas humanas los atraía,
con lazos de amor;
yo era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla,
me inclinaba hacia él y le daba de comer.
Pues volverá al país de Egipto,
y Asur será su rey,
porque se han negado a convertirse.
La espada hará estragos en sus ciudades,
aniquilará sus cerrojos
y devorará por sus maquinaciones.

Pero el amor triunfará.
Mi pueblo está acostumbrado a apostatar de mí;
cuando invocan a lo alto,
nadie los levanta.
¿Cómo voy a entregarte, Efraín,
cómo voy a soltarte, Israel?
¿Voy a entregarte como a Admá,
y tratarte como a Seboín?
Mi corazón se convulsiona dentro de mí,
y al mismo tiempo se estremecen mis entrañas.
No daré curso al furor de mi cólera,
no volveré a destruir a Efraín,
porque soy Dios, no hombre;
el Santo en medio de ti,
y no vendré con ira.
Ver contexto