Proverbios 5, 15-20


La mujer propia.
Bebe el agua de tu aljibe,
los raudales de tu pozo.
¿Vas a derramar tus arroyos por las calles
y tus manantiales por las plazas?
Que sean para ti solo,
no los compartas con extraños.
Sea tu fuente bendita,
disfruta con la esposa de tu juventud,
cierva querida, gacela encantadora;
que sus pechos te embriaguen siempre
y continuamente te apasiones con su amor.
¿Por qué apasionarte, hijo mío, de una extraña
y caer en brazos de una desconocida?
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