Sabiduría 12, 3-22


Moderación de Dios hacia Canaán.
A los antiguos habitantes de tu tierra santa
los aborreciste por sus abominables acciones,
prácticas mágicas y ritos sacrílegos.
A esos crueles asesinos de niños,
devoradores de entrañas en banquetes de carne y de sangre humanas,
a estos iniciados en bacanales,
padres asesinos de seres indefensos,
decidiste exterminarlos por medio de nuestros antepasados,
para que la tierra que más apreciabas
recibiera una digna colonia de hijos de Dios.
Pero también de éstos, por ser hombres, tuviste compasión
y les enviaste avispas, como avanzadilla de tu ejército,
para exterminarlos poco a poco.
Aunque podías haber sometido los impíos a los justos en batalla campal
o haberlos aniquilado de una vez con feroces fieras o con una orden fulminante,
castigándolos poco a poco les diste ocasión de arrepentirse,
a sabiendas de que eran de mala ralea,
de malicia innata,
y de que su mentalidad no cambiaría nunca,
pues era una raza maldita desde su origen.
Motivos de esta moderación.
Tampoco por temor a nadie indultabas sus pecados.
Pues ¿quién podría decirte: «¿Qué has hecho?»
¿Quién se opondría a tu sentencia?
¿Quién te citaría a juicio por destruir naciones creadas por ti?
¿Quién se enfrentaría a ti como defensor de hombres injustos?
Pues fuera de ti no hay Dios que cuide de todo,
a quien tengas que dar cuenta de la justicia de tus juicios;
ni rey ni soberano que pueda desafiarte defendiendo a los que has castigado.
Puesto que eres justo, todo lo gobiernas con justicia
y consideras incompatible con tu poder
el condenar a quien no merece castigo.
Tu poder es el principio de la justicia
y tu señorío sobre todo te hace ser compasivo con todos.
Demuestras tu poder ante los que desconfían de la plenitud de tu fuerza
y confundes la osadía de los que la conocen.
Dueño de tu poder, juzgas con moderación
y nos gobiernas con gran indulgencia,
porque haces valer tu poder cuando quieres.

Lecciones de Dios a Israel.
Actuando así, enseñaste a tu pueblo
que el justo debe ser filántropo
y diste a tus hijos esperanza plena,
pues tras el pecado das lugar al arrepentimiento.
Pues si a los enemigos de tus hijos, reos de muerte,
los castigaste con tanto miramiento y clemencia,
dándoles tiempo y lugar para apartarse de su maldad,
¿con cuánta consideración no habrás juzgado a tus hijos,
con cuyos padres hiciste juramentos y alianzas de grandes promesas?
Así, nos educas castigando a nuestros enemigos con moderación,
para que, al juzgar, recordemos tu bondad
y, al ser juzgados, esperemos misericordia.
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