Sabiduría 13, 1-10


Crítica de la idolatría. Divinización de la naturaleza.
Son necios por naturaleza todos los hombres que han
desconocido a Dios
y no fueron capaces de conocer al que es a partir de los bienes visibles,
ni de reconocer al Artífice, atendiendo a sus obras;
sino que tuvieron por dioses, señores del mundo,
al fuego, al viento, al aire ligero,
a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a los astros del cielo.
Si, cautivados por su belleza, los tomaron por dioses,
sepan cuánto les aventaja su Señor,
pues los creó el autor de la belleza.
Y si admiraron su poder y energía,
deduzcan de ahí cuánto más poderoso es quien los hizo;
pues por la grandeza y hermosura de las criaturas
se descubre, por analogía, a su Creador.
Sin embargo, éstos merecen menor reproche,
pues tal vez andan extraviados
buscando a Dios y queriendo encontrarlo.
Dan vueltas a sus obras, las investigan
y se dejan seducir por su apariencia, pues es hermoso lo que ven.
Pero, con todo, ni siquiera éstos son excusables;
porque, si fueron capaces de saber tanto,
que pudieron escudriñar el universo,
¿cómo no encontraron antes a su Señor?

El culto a los ídolos.
Son, pues, unos desgraciados, con la esperanza puesta en cosas muertas,
quienes llamaron dioses a las obras de manos humanas:
oro y plata labrados con arte,
a copias de animales
o a una piedra inútil, esculpida por manos antiguas.
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