Sabiduría 16, 17-22

Y lo más sorprendente era que el fuego
ardía más en el agua, que todo lo apaga,
pues el cosmos es defensor de los justos.
Unas veces las llamas amainaban
para no abrasar a los animales enviados contra los impíos
y para que, al verlos, comprendieran que los impulsaba el juicio de Dios.
Otras veces, aun en medio del agua, ardían más intensamente que el fuego
para destruir los frutos de una tierra injusta.
A tu pueblo, por el contrario, lo alimentaste con manjar de ángeles
y les mandaste desde el cielo un pan preparado sin fatiga,
que producía gran placer y satisfacía todos los gustos.
Este sustento mostraba tu dulzura para con tus hijos,
pues se adaptaba al gusto del que lo tomaba
y se transformaba en lo que cada uno quería.
Nieve y hielo resistían al fuego sin fundirse,
para que supieran que el fuego destruía las cosechas de sus enemigos,
ardiendo entre el granizo y resplandeciendo entre la lluvia.
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