Sabiduría 2, 12-24

Pongamos trampas al justo, que nos fastidia
y se opone a nuestras acciones;
nos echa en cara nuestros delitos
y reprende nuestros pecados de juventud.
Presume de conocer a Dios
y se presenta como hijo del Señor.
Es un reproche contra nuestras convicciones
y su sola aparición nos resulta insoportable,
pues lleva una vida distinta a los demás
y va por caminos diferentes.
Nos considera moneda falsa
y nos evita como a apestados;
celebra el destino de los justos
y presume de que Dios es su padre.
Ya veremos si lleva razón,
comprobando cuál es su desenlace:
pues si el justo es hijo de Dios, él lo rescatará
y lo librará del poder de sus adversarios.
Lo someteremos a humillaciones y torturas
para conocer su temple
y comprobar su entereza.
Lo condenaremos a una muerte humillante,
pues, según dice, Dios lo protegerá.»

Error de los impíos.
Así piensan, pero se equivocan,
pues los ofusca su maldad.
No conocen los secretos de Dios,
ni esperan recompensa para la virtud,
ni valoran el premio de una vida intachable.
Porque Dios creó al hombre para la inmortalidad
y lo hizo a imagen de su mismo ser;
pero la muerte entró en el mundo por envidia del diablo,
y la experimentan sus secuaces.
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