Salmos 102, 3-5

no ocultes de mí tu rostro
el día de la angustia;
tiende hacia mí tu oído,
¡responde presto el día en que te invoco!
Pues mis días como humo se disipan,
mis huesos calientan como brasas;
mi corazón se seca como heno segado,
pues me olvido de comer mi pan;
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