Salmos 109, 6-20

«¡Suscita a un malvado contra él,
que un fiscal se ponga a su diestra;
que en el juicio resulte culpable,
su oración considerada pecado!
¡Que sus días sean pocos,
que otro ocupe su cargo;
queden huérfanos sus hijos,
quede viuda su mujer!
¡Que sus hijos vaguen mendigando,
sean expulsados de sus ruinas;
que el acreedor se quede con sus bienes
y saqueen sus ganancias los extraños!
¡Nunca nadie le muestre amor,
nadie se apiade de sus huérfanos,
sea exterminada su posteridad,
acabe su apellido en sus hijos!
¡Sea recordada la culpa de sus padres,
nunca se borre el pecado de su madre;
estén constantemente ante Yahvé,
y él cercene de la tierra su memoria!».
Se olvidó de actuar con amor,
persiguió al pobre, al desdichado,
al de abatido corazón para matarlo;
amó la maldición, sobre él recaiga,
no quiso bendición: que de él se aleje.
Se vistió la maldición como un manto:
¡que penetre como agua en su seno,
que entre como aceite en sus huesos!
¡Que sea el vestido que lo cubra,
el cinto que lo ciñe para siempre!
Ésta es la obra de los que me acusan,
de los que hablan maliciosos contra mí.
Ver contexto