Salmos 18, 32-51

Pues ¿quién es Dios fuera de Yahvé?
¿Quién Roca, sino sólo nuestro Dios?
El Dios que me ciñe de fuerza
y hace mi conducta irreprochable,
que hace mis pies como de cierva
y en las alturas me sostiene en pie,
que adiestra mis manos para la lucha
y mis brazos para tensar el arco.
Tú me das tu escudo victorioso,
(tu diestra me sostiene),
multiplicas tus cuidados conmigo,
al andar ensanchas mis pasos,
mis tobillos no se tuercen.
Persigo a mis enemigos, les doy caza,
no vuelvo hasta que acabo con ellos;
los machaco, no pueden levantarse,
sucumben debajo de mis pies.
Me ciñes de valor para el combate,
sometes bajo mi pie a mis agresores,
pones en fuga a mis enemigos,
exterminas a los que me odian.
Piden auxilio y nadie los salva,
a Yahvé, y no les responde.
Los reduzco como polvo al viento,
los piso como barro de las calles.
Me libras de los pleitos de mi pueblo,
me pones al frente de naciones;
pueblos desconocidos me sirven;
los extranjeros me adulan,
todo oídos, me obedecen,
los extranjeros se acobardan,
dejan temblando sus refugios.
¡Viva Yahvé, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios salvador,
el Dios que me concede la venganza
y abate los pueblos a mis plantas!
Tú me libras de mis enemigos,
me exaltas sobre mis agresores,
me salvas del hombre violento.
Por eso te alabaré entre las naciones,
en tu honor, Yahvé, cantaré.
Él ennoblece las victorias de su rey
y muestra su amor a su ungido,
a David y su linaje para siempre.
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