Salmos 18, 7-14

En mi angustia grité a Yahvé,
pedí socorro a mi Dios;
desde su templo escuchó mi voz,
resonó mi socorro en sus oídos.
La tierra rugió, retembló,
temblaron las bases de los montes
(vacilaron bajo su furor).
De su nariz salía una humareda,
de su boca un fuego abrasador
(y lanzaba carbones encendidos).
Inclinó los cielos y bajó,
con espeso nublado a sus pies;
volaba a lomos de un querubín,
sostenido por las alas del viento.
Se puso como tienda un cerco de tinieblas,
de aguas oscuras y espesos nubarrones;
el brillo de su presencia despedía
granizo y ascuas de fuego.
Tronó Yahvé en el cielo,
lanzó el Altísimo su voz;
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