Salmos 36, 5-12

Maquina maldades en su lecho,
se obstina en el camino equivocado,
incapaz de rechazar el mal.
Tu amor, Yahvé, llega al cielo,
tu fidelidad alcanza las nubes;
tu justicia, como las altas montañas,
tus sentencias, profundas como el océano.
Tú proteges a hombres y animales,
¡qué admirable es tu amor, oh Dios!
Por eso los seres humanos
se cobijan a la sombra de tus alas;
se sacian con las provisiones de tu casa,
en el torrente de tus delicias los abrevas;
pues en ti está la fuente de la vida,
y en tu luz vemos la luz.
No dejes de amar a los que te conocen,
de ser fiel con los hombres sinceros.
¡Que el pie del orgulloso no me pise,
ni me avente la mano del impío!
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