Salmos 44, 2-9

Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron,
nos lo contaron nuestros padres,
la obra que hiciste en su tiempo,
antiguamente, con tu propia mano.
Para plantarlos a ellos, desposeíste naciones,
para ensancharlos, maltrataste pueblos;
no conquistaron la tierra con su espada,
ni su brazo les dio la victoria;
fueron tu diestra y tu brazo,
y la luz de tu rostro, pues los amabas.
Tú solo, Rey mío, Dios mío,
decidías las victorias de Jacob;
por ti hundíamos a nuestros adversarios,
en tu nombre pisábamos a nuestros agresores.
No ponía mi confianza en mi arco,
ni mi espada me hizo vencedor;
tú nos salvabas de nuestros adversarios,
cubrías de vergüenza a nuestros enemigos;
en Dios nos gloriábamos a diario,
celebrando tu nombre sin cesar. Pausa.
Ver contexto