Salmos 65, 2-9

Tú mereces la alabanza,
oh Dios, en Sión.
A ti el voto se te cumple,
tú que escuchas la oración.
A ti acuden los mortales
con sus malas acciones;
nos abruman nuestras culpas,
pero tú las perdonas.
Dichoso el que eliges e invitas
a habitar dentro de tus atrios.
¡Que nos hartemos de los bienes de tu Casa,
de las ofrendas santas de tu Templo!
Nos respondes con prodigios favorables,
Dios Salvador nuestro,
esperanza de los confines de la tierra
y de las islas lejanas:
Tú afirmas los montes con tu fuerza,
ceñido de potencia;
tú acallas el estruendo de los mares,
el estruendo de sus olas
(y el tumulto de los pueblos).
Los que habitan los confines lejanos
se estremecen al ver tus signos;
a las puertas del alba y del ocaso
las haces gritar de júbilo.
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