Salmos 84, 2-5

¡Qué amables son tus moradas,
Yahvé Sebaot!
Mi ser languidece anhelando
los atrios de Yahvé;
mi mente y mi cuerpo se alegran
por el Dios vivo.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa,
para sí la golondrina un nido
donde poner a sus crías:
¡Tus altares, Yahvé Sebaot,
rey mío y Dios mío!
Dichosos los que moran en tu casa
y pueden alabarte siempre; Pausa.
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