Salmos 89, 20-38

Antaño hablaste en visión
a tus amigos diciendo:
«He prestado mi asistencia a un bravo,
he exaltado a un elegido de mi pueblo.
He encontrado en David un servidor,
con mi óleo santo lo he ungido;
mi mano le dará firmeza,
mi brazo lo hará fuerte.
No lo sorprenderá el enemigo,
los criminales no lo oprimirán;
yo aplastaré a sus adversarios,
heriré a los que lo odian.
Lo acompañarán mi lealtad y mi amor,
en mi nombre se hará poderoso:
pondré su mano sobre el Mar,
sobre Los Ríos su derecha.
Él me invocará: ¡Padre mío,
mi Dios, mi Roca salvadora!
Y yo lo nombraré mi primogénito,
altísimo entre los reyes de la tierra.
Amor eterno le guardaré,
mi alianza con él será firme;
le daré una estirpe perpetua,
un trono duradero como el cielo.
Si sus hijos abandonan mi ley,
si no viven según mis normas,
si profanan mis preceptos
y no observan mis mandatos,
castigaré su rebelión con vara,
sus culpas a latigazos,
pero no retiraré mi amor,
no fallaré en mi lealtad.
Mi alianza no violaré,
no me retractaré de lo dicho;
por mi santidad juré una vez
que no había de mentir a David.
Su estirpe durará siempre,
su trono como el sol ante mí,
se mantendrá siempre como la luna,
testigo fidedigno en el cielo». Pausa.
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