Eclesiástico 15, 11-20


La libertad humana.
No digas: «Me he desviado por culpa del Señor»,
porque él no hace lo que detesta.
No digas: «Él me ha extraviado»,
porque él no tiene necesidad del pecador.
El Señor detesta toda maldad,
y los que le temen también la aborrecen.
Al principio el Señor creó al hombre,
y lo dejó a su propio albedrío.
Si quieres, guardarás los mandamientos,
y permanecerás fiel a su voluntad.
Él te ha puesto delante fuego y agua,
extiende tu mano a lo que quieras.
Ante los hombres está la vida y la muerte,
a cada uno se le dará lo que prefiera.
Qué grande es la sabiduría del Señor,
fuerte es su poder y todo lo ve.
Sus ojos miran a los que le temen,
él conoce todas las obras del hombre.
A nadie obligó a ser impío,
a nadie dio permiso para pecar.
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