Eclesiástico 46, 13-20


Samuel.
Samuel fue amado de su Señor,
como profeta del Señor estableció la monarquía,
y ungió a los príncipes de su pueblo.
Juzgó a la asamblea según la ley del Señor,
y el Señor se fijó en Jacob.
Por su fidelidad demostró ser profeta,
por sus oráculos fue reconocido digno vidente.
Invocó al Señor Todopoderoso,
cuando los enemigos le rodeaban por todas partes,
y le ofreció un cordero lechal.
El Señor tronó desde los cielos,
con gran ruido hizo resonar su voz;
aplastó a los jefes enemigos
y a todos los príncipes de los filisteos.
Antes de entrar en el reposo eterno,
dio testimonio ante el Señor y su ungido:
«De nadie he aceptado regalos,
ni siquiera unas sandalias»,
y nadie pudo reclamarle.
Y después de dormido para siempre todavía profetizó,
anunciando al rey su destino;
del seno de la tierra alzó su voz de profeta,
para borrar la iniquidad del pueblo.
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